Esa parte de la historia universal que habla de los gobiernos
totalitarios de la primera mitad del siglo XX en Europa resulta atractiva. Ni
modo, qué le vamos a hacer, nací en una familia con pretensiones hitlerianas.
Esos tiempos, como dirían mi abuela y las tías, se perciben a
veces como un horror y otras como un cantar de gesta a medio escribir. ¡La
epopeya interminable en pos de una raza humana suprema, que oficialmente acabó
doce años antes de mi arribo a este valle de lágrimas! Por eso estuvo fresca en
la memoria de quienes vieron crecer a la que esto escribe.
LaGuerra Cristera y la Revolución de 1910 también estuvieron ahí vivitas y coleando
en la presencia de mi tía abuela, ex soldadera y en las historias que nos
contaban las monjas de mártires que luchaban contra el malo, maloso y maligno
de Plutarco Elías Calles, que
sólo quería restringir la ingerencia del clero en el reparto de bienes de la
nación.
El ridículo que hicieron los sinarquistas, es decir los nazis
mexicanos, en el zócalo de la Ciudad de México en mil novecientos treinta y
cinco pareció haber marcado profundamente a mi madre, que nunca pudo pertenecer
a esos círculos por carecer de dinero. Lo suspirante jamás se le quitó. La
recuerdo, en 1968, cuando cundieron las noticias de lo que de verdad había sucedido en Tlatelolco; gozaba imaginando a los muchachos, ¡como mooooooscaaaaassss, así cayeron!
¿pues qué se creeeeeeeeen????
Si en una mujer común esta actitud asusta, no se diga ya en una
profesora universitaria, pero a eso agreguemos los dichos de mis tías, mitad en
broma mitad en serio, de que tal o cual cosa debería hacerse o evitarse para mejorar la raza. Mi padre aportó su granito de arena
mencionando simetrías y medidas antropológicas de quienes tienen genes de una
raza perfecta. De este modo, mis hermanos y yo casi dimos por sentado que éramos
algo así como titanes o semidioses.
Esas vanidades han gravitado en los sistemas familiares de muchos
mexicanos, si no es que de todos. Creo que siguen gravitando hasta la fecha. Y
miren que acá en estos lares del mundo la preponderancia es de morenos. Las
personas de tez blanca somos minoría. Pero también nos están alcanzando las
tendencias de lo sufrido por los blancos europeos.
Todo el viejo continente se debate ahora entre volverse elitista o
soportar que sigan llegando a sus países hordas de refugiados que más se tardan
en poner cara de “pobrecito niño ahogado” en las aduanas, que en integrar
pandillas, controlar el comercio de drogas, fundar mafias, monopolizar la
violencia y por ese medio rechazar las leyes de los lugares a donde llegan, violar
mujeres, proclamar que sus costumbres son mejores que las del gobierno que les dio asilo, mas
lo que se acumule esta semana. Alguien está ayudando a estas comunidades.
Los nazis llegaron al poder tendiéndole la mano a desharrapados, después los
vistieron con camisas pardas y luego los mataron. Al mismo Hitler lo impulsó un
señor que fue militar y profesor de Geopolítica en la universidad de Münich: Karl Househoffer, que
tenía amplia experiencia en la logística de ejércitos asiáticos, dado que en
1908 fue enviado por el gobierno del Káiser a estudiar las milicias de Japón y
Corea.
Para ese tiempo, Japón ya llevaría poco más de cien años de haber
adoptado el modelo económico empresarial de las que fueran trece colonias
americanas y los chinos estaban atrapados en las secuelas de la guerra del
opio. Bajo el mandato del Káiser se fundó la institución de la escuela para
niños, tal como la conocemos hoy. Producir y educar en serie, téngase en
cuenta.
Si nos adentramos a ver quién o quiénes estuvieron detrás del
señor Househoffer, probablemente demos con el grupo que ahora está orquestando
las pachangas de Isis y los atentados como el de Charlie Hebdo, el 11S, el
camión de la Torre Eiffel y el accidente de Santiago de Compostela allá en
España.
El recuerdo del führer también pelea por dejar de seguir siendo el
malo de la teleserie y dice que los nazis jamás gasearon a la gente, que todo
fue invención de los aliados por la osadía de ponerse en contra de los bancos
usureros y los judíos sienten que se tambalea su lugar de víctimas supremas de
vejámenes infrahumanos y niegan que hoy les dan a los palestinos el mismo trato
que ellos recibieron del Tercer Reich.
Cualquier psicólogo puede dar fe que aquellos que han sufrido
humillaciones por tiempo prolongado y no reciben cariño ni son reconfortados en
forma alguna, o se hacen cómplices de otros verdugos o se convierten ellos
mismos en tal. Y los hebreos, por milenios, han caído gordos hasta el punto de
ser echados de los países a los que han llegado a vivir. Todo es por algo.
Al Zyclon B lo han
rebasado hace mucho los chemtrails. El kibutz, el koljós y la barraca del kz se
reproducen con éxito en los suburbios de las ciudades. La Lebensraum y el Destino Manifiesto sirven
de bandera para cualquier cantidad de broncas intervecinales.
No hay lugar que no esté infiltrado por gente que denigra lo que
encuentra, pero que ha desertado del idioma, las creencias, querencias y
costumbres que le tocaron de nacimiento, que ni se imagina que allá en la
tierra que ha quedado atrás, hay otros nuevos pisoteando lo que hasta hace unos
meses era suyo.
¡Mezcla rara que convierte los monumentos históricos en simples
escenografías, que lo vuelve todo de cartón piedra, que a pesar de mover
personas por el mundo propala que no tiene caso viajar para conocer!
El racismo no es más que una excusa de tantas para que los
vencedores y vendedores de guerras, decidan quién tiene derecho a los mejores
niveles de vida y quién ni siquiera debería habitar este mundo; es un cebo,
igual que la religión, para mandar a la gente a que sirva de carne de cañón en
batallas que no le corresponden.
Para eso sirve ser pobre. Para ser utilizado por fuerzas que no
podemos ver. Para estar a las órdenes de quien roba y mata, aunque se haya
aprendido en la infancia que robar y matar cuando no son delitos, son pecados.
Puede ser que Dios en realidad sea tan humano como lo somos nosotros… y puede
ser que también esté enfermo.
Publicado originalmente en http://directoriohoy.com/racismo-guerra-santa-falacias-pacotillas-pretensiones-hitlerianas/